lunes, febrero 04, 2008

Valio un Blog...

Quien, sino nosotros mismos, determina cuanto valemos. En $ me refiero, nada espiritual ni esoterico. En este campo se que soy bastante valiosa, o por lo menos no me menosprecio. En el campo laboral, por otro lado, soy una de esas personas que siempre cree que vale menos de lo que realmete vale hasta que se le llena la canasta, hablando mal y pronto, como hoy.
Esta maniana me encontro tirada boca arriba bajo un escritorio con un enchufe de telefono en una mano, un modem en la otra y hablando por telefono con un tecnico, mientras lo sostenia entre la oreja y el hombro.
Ahi estaba yo tirada boca arriba, sin saber que intentaba decirme la persona de atencion al cliente que se encontraba al otro lado de la linea (quien supe mucho mas adelante en mi conversacion, estaba en Bombai) quien entre su limitado ingles, su duro acento y su poco conocimento del equipo que yo intentaba conectar, hacian que nuestra comunicacion sea digna de un personaje de Juana Molina.
Finalmente, entre lagrimas y frustraciones, luego de una hora veinte minutos en el telefono, logre instalar el equipo...
Quiero un aumento YA!

viernes, febrero 01, 2008

Fina Estampa

Estás sentada, viejita mía, en el borde de tu cama vistiendo tu desabillé de matelassé bordo. El sol que entra entre las rendijas de la persiana pesada de la ventana de tu cuarto ilumina tu pelo tenido de platinado con tintura barata y acaricia, incansable, las arrugas de tu cara. Estás ahí orgullosa, erguida y, aunque no lo demuestres, un poco vencida.
Suspirás y en tu suspiro largás un “Ah”. Me mirás y tus ojos, pequenios y marrones, están cubiertos por una película fina. Esa que te deja el paso del tiempo. Te pregunto, “estás bien?”. Ya sé la respuesta, no hace falta que me contestes. Te robaron la mitad de tu vida. En mi juventud egoísta no te quiero oír. Se me hace un nudo en la garganta y las lágrimas hacen fuerza por salir.
Cierro los ojos, tengo diez años otra vez y vos pasas la plancha por la camita de mi mamá para calentarla mientras yo, con las piernas recogidas y las rodillas bajo el mentón, espero envuelta en mi camisón de nylon. Todavía puedo sentir el olor agrio de la bolsa de agua caliente que me preparaste.
Parpadeo y ya no estás. La camita, la plancha, la máquina de coser, el spray de pelo, el centímetro, las manos frías, la pollera con tablas, el delineador marrón, la sombra celeste
y muchas otras cosas son sólo recuerdos.
Atesoro los recuerdos, los guardo y cada tanto los repaso para que, con el tiempo, no suceda lo inevitable y se me escapen. Hoy comparto uno y me cuesta.
A unos pocos se lo regalo.